lunes, 10 de marzo de 2014

Lecturas en familia: 01

Padres en las redes sociales: sobre permisos y convivencia

Frecuentemente debatimos cómo los jóvenes se comportan en las redes sociales. Proteger los datos personales, publicar fotos indiscriminadamente, contactar con extraños, maltratar y hostigar contra sus pares son algunos de los temas más controvertidos. Pero no son exclusivos de ellos; los adultos también podemos ser imprudentes y estamos sometidos a las mismas reglas de un campo complejo y cambiante.

«Guido López te ha enviado una solicitud de amistad». ¿Y quién es Guido López? ¿A ver la foto? ¿Una ecografía? Ah..., los López ya saben que van a tener un varón, ya le crearon una cuenta en Facebook y publicaron sus primeras ecografías. No sé, me hace ruido...

«Mi sobrina le prohibió a su madre tenerla en Facebook. Así que mi hermana me pidió que vigile a su hija en Facebook porque ella tiene a todos los demás bloqueados».
Todos los días nos encontramos con madres, padres y familiares que publican fotos de los chicos haciendo cosas graciosas, recibiendo un título o —simplemente— dando muestras de su crecimiento (físico e intelectual). Pero también se volvió cotidiana esta sensación de que mucha gente se expone demasiado, de que cuenta cosas que no debería contar, o que muestra —indiscriminadamente— a todos sus contactos algún aspecto de la personalidad de sus hijos... que a sus propios protagonistas les podría provocar vergüenza o enojo.

Oversharing: exceso de exposición

Contar a quienes nos rodean lo que estamos haciendo, pensando o con quién nos enojamos o nos congraciamos es parte de la naturaleza social de las personas. Pero contarlo en una red social digital, donde tenemos un grupo de contactos que pertenecen a nuestro mundo laboral, otro tercio a la familia, algunos vecinos —y solo un pequeño grupo íntimo al que realmente le contaríamos esas cosas—, constituye una sobreexposición pocas veces reflexionada con detenimiento.

Y este exceso de exposición se convierte en algo más riesgoso cuando se trata de menores: mucha información sobre la vida cotidiana de nuestros chicos no debe ser pública, algunas de sus fotos no deben circular por las redes sin saber con certeza quiénes acceden a ellas y los cambios de humor, sus errores y aciertos, sueños y proyectos no son propiedad de sus padres, sino que pertenecen a la intimidad de esos menores.

Niñas pintando sobre una hoja en el piso.


Desde ya, esta «toma de distancia», con fines reflexivos, no invalida la motivación y la voluntad de los adultos por apropiarse de las nuevas tecnologías, por conocer dónde y cómo se comunica y relaciona el mundo de hoy. Al decir del reconocido (y visionario) pedagogo Seymour Papert«(...) los adultos primero deben abrirse a las cosas nuevas; no tienen que decirse que ya no pueden aprender; y deben recrear y empezar a explorar por sí mismos. De otro modo, no serán capaces de ponerse a tono con la velocidad de aprendizaje de sus hijos» (Papert, S. (1997). Generaciones. En Papert, S., La familia conectada. Padres, hijos y computadoras [p. 21]. Buenos Aires: Emecé Editores).

Lo importante, en definitiva, es predicar con el ejemplo: en este caso, pensando y analizando las acciones y sus posibles consecuencias antes de difundirlas públicamente.

¿Cuál es el problema?

Existen varias dimensiones, pero podemos mencionar:

  • La psicológica: el respeto por la intimidad del otro es un factor fundamental: no debemos hablar sobre nuestros hijos o menores a cargo, sino que son ellos los que deben hablar sobre ellos mismos. Si bien somos responsables de ellos y por ellos hasta cumplir la mayoría de edad, los niños son sujetos de derecho y cada persona sabe qué contar y qué reservarse de su vida.
  • La tecnológica: existe la ilusión de pensar que nuestras publicaciones son efímeras y temporales, que lo que hoy publicamos mañana dejará de estar visible en una red o en un sitio... y listo, asunto olvidado. Error: cuando publicamos algo en una red social, por ejemplo, la información sale de nuestra computadora, se almacena en una base de datos en un servidor, se muestra visible durante un tiempo, luego no está visible, pero no necesariamente se borra de la base de datos. Por otra parte, cualquier persona puede hacer una captura de la pantalla o guardar la imagen, compartirla con sus amigos y esto puede multiplicarse viralmente.

Mano con pinza sobre un código binario.


En cuanto a la seguridad, la verborragia en las redes puede desencadenar riesgos innecesarios: que todos sepan que la familia se fue de vacaciones, que todos se enteren de un premio o un objeto de valor que hay en la casa no es algo necesariamente deseable (más allá de la vanidad).

¡Mamá, no me stalkees!

Otra dimensión de la invasión a la intimidad puede verse en la figura del acosador (stalker): aquella persona que sigue de manera obsesiva a un usuario, comentando y dejando rastros —como simples «Me gusta»— en toda su actividad en línea.

El mensaje implícito que recibe el objeto de la persecución o stalkeado es «te estoy vigilando» (por parte del perseguidor). A eso se suma la posibilidad de que la persona puede escribir un mensaje pensando en un destinatario concreto (ejemplo: los chicos del club) y recibir comentarios de gente que no estaba invitada a la conversación (la abuela, la amiga del barrio anterior, el amigo de mi mamá).

Reglas, permisos, pautas

¿Cómo podemos controlar estas diversas situaciones que pueden desencadenar complicaciones personales, familiares y laborales? Desde ya, conociendo el campo de acción tecnológico y cultural de los más jóvenes reflexionando sobre ello, estableciendo acuerdos y consensuando reglas.

Padres mirando una pantalla.


Estas pautas no constituyen nunca un repertorio fijo, sino que es recomendable que se vayan adaptando y refuncionalizando al ritmo de los avances tecnológicos y de las prácticas culturales emergentes. Y otra cosa importante: cada familia debe conversarlo, adaptarlo, negociarlo y consensuarlo entre sí y para sí (cada familia es un universo, con sus propios requerimientos y pensamientos).

De todas maneras, y atendiendo a la agenda pública y las generalidades de las TIC, estos son algunos aspectos para considerar:
¿Qué recomendación agregarías?


Fuente: /www.educ.ar - Por Iris Fernández

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deje aquí su comentario